domingo, 8 de diciembre de 2013

El vacío de tu ausencia, la magia de tu presencia

El día llegaba a su ocaso, quizás un poco antes de lo habitual, pues ciertas nubes oscurecían la puesta de Sol y hacían que la oscuridad llegara antes de su hora. Tras varios días de calor veraniego más que primaveral, un manto de lluvia había aparecido, para devolver a la realidad climática aquellos chispazos que querían confundirnos. Para mi, aquella lluvia escondía algo más.

Los fogonazos de calor de la última semana había ido acompañado de una presencia inesperada, o tal vez largamente esperada, quien sabe. Supongo que es aquello que los entendidos llaman la alineación de los astros cuando todo lo suceptible de salir bien, sale bien. O al menos uno cree que sale bien.

Aquella primavera de 1910 estaba siendo diferente, especial y mágica. Las tardes en bicicleta, las puestas de Sol, el florecer de las plantas y aquellos primeros días de calor... Como decía, todo era perfecto. Aún recuerdo lo duro que era el sillín, lo grandes que eran las ruedas y la fragancia de aquellas flores recién cortadas. 

Pero, sería justo decir y recordar, que las flores eran bellas, sí, pero su belleza caía en el olvido cuando se postraban en aquella mano. Pocas veces un espectáculo así se puede presenciar y yo, aquella primavera, aquella última semana primaveral de 1910 la pude vivir. Pensando que la bucólica imagen y que el embriagador aroma de aquella postal de película sería para siempre.

Pero siempre es una palabra de difícil pronunciación y aún más de prácticamente imposible cumplimiento. Coincidiendo con aquella lluvia primaveral, habitual en esas fechas aunque ese año aún no había aparecido, llegó el momento de partir. Supongo que por doloroso su diálogo fue obviado, pero acabó llegando. 

Fue en subir al tren, sentarme y empezar a pensar en lo que dejaba en aquella estación que sentí el vacío. Sentí el vacío de tu ausencia pues no sabía cuando volvería a tenerte entre mis brazos. Mientras mi corazón bombeaba sangre que te echaba de menos, mi cabeza me llevó a otra parte. Me volvieron los recuerdos, te veía sentada frente a mi en cerrar los ojos. Sentía dentro de mi la magia de tu presencia. 

Esa dualidad provocó en mi risas y llanto. Lloraba por el vacío que me dejaba tu ausencia pero dibujaba una pequeña sonrisa recordando la magia de tu presencia. 

martes, 19 de noviembre de 2013

El caballero de la flecha

Estaba cayendo del caballo. No sabía que era lo que había impactado en su hombro derecho pero sí que dolía y además mucho. Un sensación de frío le recorrió el cuero a la vez que por donde le había entrado aquella flecha le ardía a cual llamas del infierno. Fue el suelo lo que frenó aquel intenso dolor pues el impacto de su yelmo contra las piedras del camino le dejó inconsciente, como anestesia para operaciones.

El joven caballero emprendía el camino a casa tras una inquietante reunión en la corte de su Rey. El monarca le había dejado claro que su corta edad no era excusa para que no se hiciera cargo del legado de sus ancestros. Sin embargo, nadie dijo que las herencias recibidas fueran buenas y esta en concreto no lo era. Más allá de las tierras, lo siervos o el ganado, sus antepasados no habían cumplido con los tributos y ahora ya fallecidos le pasaban el testigo.

El Rey le pidió que se arrodillara. Y en los nombres de San Miguel, San José y San Jorge le ordenó caballero, para después cruzarle la cara golpeándole con el anillo. Aquel rostro, hasta entonces impoluto quedó marcado de por vida "para que no se te olvide el juramento" le dijo. Abatido, con la sensación extraña de saberse perdedor, bajó la mirada y salió caminando de la sala del trono. En la puerta, la princesa se detuvo frente a él.

- Levanta la cabeza, eres un caballero y los caballeros no miran al suelo. Miran a la vida a los ojos, más allá de lo que haya pasado.
- Sí, señora - dijo levantando la mirada y embriagándose con el embrujo de sus ojos.

Se sonrojó, balbuceó unas palabras y finalmente tartamudeó. Sintió que hacía el ridículo más espantoso de su vida. Que había tenido la oportunidad de hablar con la Princesa y que se había quedado prácticamente mudo.

Antes de marcharse cargó el carro del caballo porqué no tenía un escudero. Otra de las gracias del legado familiar. Fue entonces cuando levantó la vista y vio, en una de las ventanas del torreón más hermoso del castillo, aquellos ojos que le habían dejado hechizado. Maldijo una vez más su suerte y con una lágrima llena de tristeza bajando por su mejilla se subió al caballo y cabalgó. A su lado, su inseparable compañera. Una medio loba de ojos grises que le acompañaba a todas partes. Era su refugio en los malos momentos, en mañanas soleadas de paseo cuando aún era un niño, o noches oscuras desde su mayoría de edad.

Con la cabeza aún en la corte del Rey, pensando en que ya nada podía enmendar el ridículo cometido, llegó el primer impacto. Una flecha cruzó el bosque, cortando el viento, e impactó en su hombro derecho tumbándolo del caballo...

No sabía el tiempo que había pasado inconsciente. Fueron su medio loba que, a base de insistir logró despertarlo. Le dolía el brazo, había perdido ya mucha sangre y ésta seguía brotando. Observo una nota enganchada en el árbol contiguo que decía "A cambio de tus deudas". Miró a los costados y nada más que su caballo quedaba en aquel camino empedrado construido entre los árboles.

En pleno deliro y desolación por perder lo que tenía, por haber que lidiar con una herencia envenenada, recordó unas palabras que le salvaron la vida: "Levanta la cabeza, eres un caballero y los caballeros no miran al suelo. Miran a la vida a los ojos, más allá de lo que haya pasado". Como si aquella Princesa de ojos con embrujo estuviera a su lado, el caballero notó como la fuerza le volvía a su maltrecho brazo.

Se levantó con la ayuda de la medio loba y aún desangrándose logró formar un torniquete con su camisa. Aquella voz no dejaba de resonar en su cabeza. Y le daba fuerza. Se montó en el caballo y empezó a galopar. Fue entonces cuando abrió su mano izquierda y dentro vio que seguía teniendo la pequeña esclusa de oro. El motivo de su visita al Rey, su cometido.

Juró protegerla con la vida, porqué llegaría el momento en que fuera necesaria. El momento en que ningún viejo linaje pesaría más que la realidad del presente. En el que superar sus miedos, sus dudas y tomar las riendas de su vida de caballero como hacía con su caballo.

Llegado a su tierra, aún con el brazo dañado, arribó el mensajero. Era el momento. No miró atrás y sí adelante. Tomó su decisión, en contra de lo que su linaje le decía y emprendió su camino de vida. Cumpliendo únicamente con lo que el creía justo y deseaba, más allá de arcaicas promesas y tradiciones que nada tenían que ver con él. Se tatuó una flecha en su brazo. Completamente negra. Que siempre señalaba hacia adelante, que es como hay que mirar a la vida.

lunes, 11 de noviembre de 2013

¿Vuelvo a creer?

Llega un momento en que uno mismo se ve obligado a replantearse en todo lo que creía hasta la fecha. Sus actos del pasado, su porvenir en el futuro, sus creencias, sus logros y sus miserias. Más tarde o más temprano algo te obliga a eso, a pensar, a creer y sobretodo a reflexionar si lo que has defendido hasta la fecha ha sido bueno, malo o simplemente no has acertado en tu toma de decisiones.

En ese punto de la partida, lo más habitual es que el miedo entre a jugar de una manera preponderante. No porqué seas miedoso pero sí porqué cualquier variación de los status quo de la vida producen, eso miedo. Más allá de que sepas que los cambios pueden ser buenos, ya lo decían nuestros ancestros con aquella célebre frase de "más vale malo conocido que bueno por conocer".

Pero, ¿y si juegas al malo? La apuesta siempre es arriesgada, pero como en una ruleta debes escoger. En ese momento debes tener el valor suficiente para mirar a tu nueva causa a los ojos, por más profundos que sean. Entrar dentro de si y escudriñar cuanto seas capaz.Solo así sabrás si puedes acertar en la decisión. El valor de enfrentarte directamente con tu nueva causa, como decía, clavarle la mirada en sus ojos y sentir que en ese preciso instante el (tu) mundo deja de girar.

Si eres capaz de sentir, presentir, notar y vivir esa sensación, en el momento que la Tierra siga su curso sabrás que has ganado la partida. Habrás llegado a la meta y estarás en el lado bueno de las cosas. Porqué solo así, podrás volver a tener aquella sensación que habías perdido en el momento de tu replanteo vital.

Y sí, tendrás una nueva causa por la que luchar y dar tu vida. Habrás vuelto a creer.

jueves, 24 de octubre de 2013

A vegades, els somnis...

Aquesta és una història de perseverança, de la cerca d'un petit somni, més enllà de les oportunitats que hi havien. Tot va començar fa poc més d'un any i mig, amb el dilema de l'elecció del lloc per fer les pràctiques de Periodisme. Dilema per qui no ho tenia clar. Jo, en canvi, no tenia massa dubtes i de les 10 opcions que hi havia, fins en 10 vegades vaig marcar la mateixa opció "redacció d'esports de TV3". Amb l'esperança que, l'interlocutor, vegués que tenia claríssim on volia anar i què volia fer.

Després d'aquesta primera elecció, calia adjuntar una carta de presentació exposant els motius que m'havien portat a demanar aquelles opcions. Aquest és un detall del que deia aquella carta:

En primer lloc, tinc molt clar cap on vull encaminar el meu futur professional un cop acabada la carrera. Més enllà d’una feina, entenc el periodisme esportiu com una passió com una manera d’entendre la professió i és la base del que espero que sigui el meu pervenir dels propers anys. A més a més, vaig començar a estudiar periodisme tard, tinc ja 27 anys, i crec que no puc donar voltes i si lluitar pel que realment m’agrada.


També perquè si hi ha un referent a casa nostra sobre el tractament dels esports en els mitjans de comunicació, aquest es TV3. He crescut veient les retransmissions d’en Pere Escobar, els comentaris del Pichi Alonso, el Tot l’Esport diari, les connexions en directe de l’Arcadi Alibés, el tennis amb en Xavier Bonastre, el bàsquet amb en Jordi Robirosa acompanyat del Víctor Lavagnini i en Nacho Solozábal, el Bàsquetmania d’en Lluís Canut... i així un llarg etcètera de grans professionals que em serveixen de referents.

A partir d'aquest moment, la llarga espera. Fins que arriba la notícia que sí, estàs admès a la redacció d'esports de TV3 i que comences el juny del 2013. Faltava tot un any encara! L'espera es faria llarguíssima perquè enganyar-nos però tot trajecte té el seu destí i aquest tren va parar-se el 3 de juny, per tal que pogués baixar i pujés a un altre, al de TV3, que ara ja puc dir amb més propietat "la meva".

Després de la setmana de formació, havia arribat el gran dia. Suposo que una mica, per explicar la sensació, és com aquell jugador de la pedrera que trepitja per primer cop el Camp Nou, envoltat de tots els jugadors del primer equip i que es queda una mica encantat mirant el seu entorn. Així em sentia jo. Escoltant aquelles veus i mirant els rostres que fins aleshores tota la familiaritat que hi tenia era en petita pantalla. En algun moment trigava algun segon a contestar i era perquè estava com en un núvol. Després, dins meu, pensava "segur que al final em pendran per tonto". 

I el que era un somni s'anava fent realitat. Paraules com Off, insert, vídeo... es van convertir en familiars per mi, i els professionals que tenien la "sort" d'asseure's a prop meu acabaeven sent la meva wikipedia. Però, un cop superat la fase d'aterratge, aquella sensació de sentir-te una peça més de l'engranatge de la redacció és espectacular. I t'adones que et sents un més quan en mig d'un debat, crec que era de ciclisme, t'atreveixes a posar cullerada endemig dels professionals que donen el seu punt de vista. T'escolten i debaten amb tu, és llavors quan dius "m'estan tractant com si fos una persona més d'aquí i no com un estudiant" i sens dubte, aquest fet és un dels que més he agraït al llarg d'aquests quatre mesos.

Fins que t'arriba el moment del debut. En el meu cas va ser a finals de juliol, amb un vídeo del Purito i la seva brutal temporada arrodonida amb el podi al Tour de França. Aquell cop va ser el primer cop que la meva veu va sonar en un TN. I això, per mi, va ser debutar a la Champions. Mentre grabava, recordo al Jordi Fargas dient-me "projecta veu, que tens més pulmons", el Bonastre demanant silenci mentre parlava... Tota una experiència això de grabar al mig de la redacció!

Els dies però van passar ràpid, massa i tot. El que vaig viure des d'anar al Camp Nou fins als Mundials de Natació, els off, els vídeos i els inserts, els debats d'actualitat esportiva (o no) i la darrera aportació un petit reportatge sobre waterpolo avui ja són història. O millor dit, són records. Perquè al cap i a la fi, en aquesta societat que vivim, la única cosa que no ens podran prendre serà això, els records.

I redundant, sempre recordaré aquests quatre mesos. Mai oblidaré a totes les persones que m'han fet viure com un autèntic professional l'art del periodisme. Si posés tots els vostres noms aquí segur que me'n deixaria algun i em sabria massa greu. Però cada un dels segons viscuts en aquesta redacció han estat especials i únics. Suposo que per això la nostàlgia m'envaeix avui, que m'he acomiadat i que no sabia massa que dir quan m'acostava per dir adéu. Tenia un nus a la gola similar al que vaig tenir el primer cop que vaig trepitjar la redacció. Aquesta deu ser la màgia de sentir-te periodista.

Sempre m'han dit que el pitjor dels somnis és quan et despertes. En canvi, jo crec que el millor de somniar és poder-te despertar, perquè llavors sabràs que, encara que sigui en el teu record, has viscut el que somniaves amb viure. Perquè a vegades, els somnis s'acaben fent realitat!

Moltíssimes gràcies per aquests quatre mesos!!!

miércoles, 11 de septiembre de 2013

I repica la Seu Vella

El so de les campanes de la Seu Vella de Lleida va donar l'obertura a un dia que ja és únic. Emocions, abraçades, nervis i alegria serien algunes de les moltes sensacions que han recorregut el cos de les persones que estimem Catalunya. En aquell minut màgic, les 17:14, la feina de molts i molts mesos s'ha donat la mà per fer possible una imatge que ja quedarà per sempre.

De sud i nord, de l'est i l'oest, tots els catalans que volem una Catalunya lliure ens hem donat les mans i hem cridat ben fort el que sentíem, el que portàvem dins. Parlaments i paraules han completat una via que és una demostració tan de poder com de voluntat. I Voluntat popular no pas política, perquè el poble hem agafat les regnes del cavall i són els polítics qui van a remolc del carro.

Les llàgrimes, d'emoció, que m'han negat els ulls en veure les imatges dels compatriotes vestits de groc, omplint la via, quasi per duplicat, són l'exemple més clar que ara ja no hi ha pacte possible que ens mantingui agafats a la cadena d'un estat que no ens compren. Només hi ha d'haver un pacte, el de la consulta. Del contrari, la via catalana ha de continuar el seu curs, amb el poble com a locomotara, per no permetre que cap polític és permeti el luxe de posar fre a la marxa catalana, que és "a tota màquina".

Ni la censura d'internet, que ha permès descobrir l'enginy i el gust català per menjar croquetes ni els atacs feixistes a Madrid faran que frenem. Per França és van escapar al 39 els demòcrates, per l'Ebre vam perdre la batalla de la Guerra Civil. Avui aquests espais mítics, passan per Barcelona, on el 1714 vam perdre la llibertat, han quedat units al so de les campanes lleidatanes. Hem tornat a fer història.

VISCA CATALUNYA!

domingo, 8 de septiembre de 2013

El dret a decidir i altres eufemismes "democràtics"

Arriba un moment en la vida de les persones en que cal prendre decisions. Però el més important, a vegades, no acaba sent la decisió que prens, si no tenir el valor de decidir. Aquí, a casa nostra, una sèrie de polítics amb més galons que valors ens han omplert el darrer any d'un eufemisme que ens hauria de fer posar a tots vermells. "El dret a decidir". Algú, a hores d'ara, encara m'ha d'explicar quin és aquest dret pel qual hem de demanar permís. Vivim en una dictadura i no me n'he adonat?

El principal valor de la democràcia, almenys com jo la entenc, és la llibertat dels ciutadans. Més enllà del seu color, raça i ètnia, són lliures, som lliures, per prendre les nostres pròpies decisions. És a dir, la llibertat individual de cada persona, acaba permetent una llibertat global de les comunitats humanes democràtiques, lliures i sobiranes per prendre les seves pròpies decisions.

Però sembla ser que estic errat. Sembla ser que la democràcia només és posar un vot cada quatre anys i callar la resta. Demanar permís per decidir què podem i no podem votar, no tenir potestat alguna en saber què és faran dels diners que nosaltres guanyem i paguem en impostos, aguantar escàndol polític darrera escàndol polític amb una mordaça perquè "els mercats" s'enfaden i castiguen. I tot perquè? Doncs no sé si és per falta de valor o per excés de poltronisme, el que tinc clar és que fa pena la democràcia de fireta en què ens hem convertit.

D'aquí tres dies torna a ser 11 de setembre, i realment la política no ha estat capaç de fer res més que de lligar-se de mans i peus. La "classe política" la darrera de les castes que hauria de desaparèixer no té valor i per tant cal que la gent en tinguem. I no per sortir l'11 de setembre, que també. Si no més aviat per fer que cada dia sigui 11 de setembre a les nostres cases, viles i ciutats.

No demanem permís per decidir. Decidim, que ja fa molts anys que hem adquirit la majoria d'edat. Decidim, perquè estem en el nostre dret. I sobretot, decidim, perquè la història no ens perdonarà no ser valents i decidir.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Y Alicia cruzó el espejo



Llegó el día en que se miró al espejo y vio su reflejo. Más allá de las imágenes que había vislumbrado a lo largo de su vida en cualquier objeto que la reflejara, no fue hasta ese día que cruzó el espejo. La redundancia de las primeras letras solo es comprensible con la auténtica duplicidad de una imagen que hubiera hecho empalidecer a la más narcisista de las personas.

La importancia del momento se dio porqué no es solo la silueta lo que veía antes sus ojos si no que lo que aquel espejo reflejó fue su esencia. Más allá del color de los cabellos, de la tonalidad de los ojos y de la amplitud de su sonrisa, Alicia vio lo que era a los ojos del mundo. Su cabello negro azabache se tornó en hilos de oro, sin embargo su amplia sonrisa seguía siendo exactamente la misma.

El habla se le quebró pues no sabía a ciencia cierta que era lo que le pasaba a su espejo, el que siempre le había enseñado como era por fuera. Pero la magia de los momentos especiales permite situaciones inverosímiles. Ella estaba viviendo una, esa vez frente un espejo que la había trasladado en un mundo desconocido hasta la fecha.

Tras ese momento de estupefacción, sus diamantes negros se clavaron en aquel reflejo de su ser. Alargo la mano hasta tocar el espejo. Como si del estanque de Narciso se tratara, las ondas circulares aparecieron a cual tsunami con su dedo como epicentro. Se asustó, pues se dio cuenta que algo desconocido le estaba pasando. Apartó la mano con fuerza hasta regresarla a su cintura mientras sus ojos observaban como las aguas volvían a su cauce.

Su alter ego la llamaba. Tras unos momentos de tensión, nervios y muchas dudas, sonrió. Dio dos pasos atrás, para coger impulso y se lanzó. De un salto atravesó el cristal líquido y entró en el mundo de las sensaciones. Aquel en que la crueldad humana era un mito y en el que sonreír era una obligación. Con su rubio alter ego, cogidas de la mano, empezaron a caminar con el Sol alumbrando su camino y con la felicidad en el final de su destino.

sábado, 24 de agosto de 2013

El vestido azul que un día te pusiste

Era una de aquellas tardes en que me balanceaba en mi silla favorita. Lo hacía mientras estaba en tránsito, medio despierto medio dormido. Eso me pasaba debido a una avanzada edad, que me había permitido ver prácticamente nueve décadas. En estos momentos, me era más fácil recordar según que momentos de mi juventud que lo que había comido en el medio día durante el almuerzo. Gajes del oficio.

El episodio que me dio por recordar, entre siesta y siesta, se remontaba a mi juventud, cuando aún no contaba los 30 veranos y coqueteaba con los sueños de un joven que aún quería comerse el mundo a bocados y no morir en el intento. Y en una de esas situaciones que no sabes exactamente como se dan me encontraba en una sala de fiesta, de esas que siempre tienen un encanto especial.

Entre amigos, invitados, conocidos y saludados pasó una noche más, de aquellas que en un principio no tienen nada especial para ser recordadas. O eso creía recordar ahora. Sin embargo, como era algo habitual el champagne corrió entre nosotros como si oro líquido fuera. 

Ya, descorchando la última botella, pasó algo que cambió el título de la noche. Una aparición de aquellas que no esperas y que sin embargo nunca olvidas, ni ahora, en plena vejez. Una presencia interrumpió aquella pequeña reunión de amigos y lo hizo sin querer, únicamente estando ahí. Recuerdo perfectamente la sensación de mi mandíbula desencajándose en ver el reflejo de la tenue luz de la sala en aquel vestido azul. 

Tras recoger mi maxilar inferior y volverlo a encajar con el resto del cuerpo, pude volver a levantar la cabeza y ver que era lo que acompañaba a dicha silueta. Pasó por delante y puede clavar, por unos segundos, mis ojos en los suyos. Grandes y misteriosos, como el desierto te invitaban a entrar en ellos a sabiendas que el camino de regreso era poco más que una utopía. Una gran sonrisa acompañada de un susurro que bien podía ser el viento surcando las dunas del Sahara eran el complemento perfecto de aquel vestido azul.

Acabó de cruzar la sala y se perdió en el fondo, en la oscuridad, más allá de donde llega la visión de un hombre cuyo único súper poder era tenderse en pie tras la mezcla explosiva de oro líquido y misterios del desierto... 

Y, des de aquel día, sin ser excesivamente fan de La Oreja de Van Gogh, periódicamente resuena una canción suya... "con el vestido azul, que un día te pusiste..." Pasaron más de 60 años y todavía recuerdo aquel paso como si fuera una secuencia fotográfica. Vestido azul, mirada, sonrisa y susurro... Y un paso detrás de otro mientras la música no dejaba de sonar para aquella misteriosa presencia que dejó su sello para siempre en la que era una noche cualquiera.

martes, 23 de julio de 2013

No te lo puedo contar

Sun Tzu, uno de los grandes estrategas de la historia, decía algo como "los grandes primero ganan las batallas y luego van a la guerra". Disculpadme si la cita no es exactamente literal. Lo decía en "El Arte de la Guerra" aquel libro pensado para gestionar conflictos y que cualquier persona debería leer. Eso, aplicado al día a día, viene a ser algo como "no hagas nada que luego se te pueda girar en contra". La interpretación es completamente libre y subjetiva, por supuesto, pero es la que yo hago.

Llegados a este punto, y en el contexto actual, nos encontramos que en nuestro día a día hay batallas y guerras diarias. Generalmente se producen choques, roces, conflictos de intereses... y por norma suelen ser por el dominio de la información. Ya lo decía Michael Douglas en "Wall Street" lo que te permite dominar las situaciones es la gestión y el control de la información. Más que el actor, la frase era de su alter ego, míster información privilegiada, Gordon Gecko. Y tenía razón.

Es por eso que en tantas ocasiones hemos empleado aquella mítica frase de "no te lo puedo contar". Creíamos poseer una información importante, o simplemente, nos habíamos comprometido a que no se divulgara. Y por eso no podía ser contada. Nuestra verborrea podía poner en situaciones complicadas a personas a las que apreciábamos, hacer caer negocios y, en definitiva y como decía Sun Tzu, que nuestros aliados no ganaran la guerra antes de librarla por tener alguien que les torpedeaba por detrás.

El amor no se escapa a esa lógica. Revelar lo que queremos, lo que sentimos, en ocasiones creemos que nos puede poner en desventaja con la otra parte. A la que, en el momento del tonteo, podemos ver tanto como un aliado o como un rival. Debe saber, pero no demasiado, no vaya a ser que el amor se convierta en odio y nos acabe pasando factura. Y a su vez nos conviene tener información para saber como gustarle más, para darle una sorpresa, para tener claro cuando darle un beso...

Así pues, y con lo dicho hasta aquí, entenderéis perfectamente que no os pueda contar los motivos que me han llevado a esta, tal vez estúpida, nocturna reflexión de media noche.

miércoles, 26 de junio de 2013

Dejarte llevar

El peso de las decisiones es aquello que te acompaña desde que tomas una, hasta que lo decidido acaba sin tener importancia. Aquel espacio temporal, ya sea corto o largo, en función del tema, acaba marcando el porvenir de un futuro inmediato. Llegados a este punto, uno se da cuenta que cada vez que parpadea acaba tomando una decisión. Desde el color de los zapatos hasta el que quiero ser de mayor.

Solo el paso de los días acaba dando por buenas y malas las decisiones tomadas. Sin embargo, siempre es peor una mala decisión que no hacer nada, pues el tono grisáceo de una vida dejada llevar por las distintas corrientes de personas que deciden por nosotros acaba creando masa en lugar de persona.

Quizá este sea el punto en que se encuentra nuestra sociedad. La masa ha rebasado la persona y seguimos inmersos en una espiral de decisiones que toman por nosotros más allá de los intereses del gran grupo. La última, la que me provoca más indignación es la petición de gran parte de la masa: retirar los Juegos Olímpicos a Río de Janeiro para darlos a Madrid... Me ahorraré los comentarios más brutales y solo diré... ¿En que país vivimos? En lugar de pensar... deberíamos estar en la calle se piensa... mientras estos están en la calle a ver que les podemos robar.

Llegados a este punto, y parafraseando al profesor Burguet, padrino de mi graduación... ¿Esta gente se puede mirar en el espejo y no horrorizarse? Si es así, sin duda tenemos lo que nos merecemos, una sociedad aborregada que se deja llevar por las corrientes de mandatarios que no ven más allá de sus propios intereses, ubicados en las atalayas del centro de la península.

Seré un romántico, muchas veces lo pienso. Pero el defender lo que uno cree no es individualismo, más allá de lo que pueda parecer, si no es la viva representación de que hay vida bajo la carne, de que somos algo más que carneros en un rebaño y, en definitiva, que las bases de la democracia que sentaron en al Grecia clásica aún no están perdidas.

Debemos luchar por nuestros derechos, defender lo que sea defendible y apelar al cambió de las cosas innecesarias. Probablemente, des de mi pequeña conciencia, seguiré soñando en que cambiar esto es posible. Como suelo responder siempre, tenemos que ir a mejor por fuerza, porqué aunque sea complicado yo sigo creyendo en el ser humano. Humanista, tal vez por obligación, pero al fin y al cabo humanista.

Aunque solo una persona logre cambiar su estrella, el esfuerzo del colectivo habrá merecido la pena. Lucha, siente, y en conclusión vive. Lleva las riendas de tu vida y atrévete a salir del rebaño, es muy probable que lo que veas te guste y ya jamás quieras dejarte llevar.

martes, 11 de junio de 2013

La democracia se hunde desde su cuna

Once de junio de 2013, esta ha sido la fecha que ha escogido el gobierno de Grecia para anunciar el cierre de la televisión pública. Es decir, la democracia tal y como la hemos entendido en toda nuestra vida empieza a dejar de tener sentido justo en el lugar donde nació.

Puede sonar a un texto corporativista, pero no lo pretende. La frase sin periodismo no hay democracia es, cada día que pasa, más cierta. Y me atrevo a añadir que sin periodistas, pero hablo de PERIODISTAS y no pica letras, tampoco hay periodismo. Sin el valiente capaz de jugarse su vida para contar la verdad, que no le tiemble el pulso para denunciar irregularidades, que haga llegar todos los puntos de vista a la gente… sin él nuestra sociedad carece de sentido. Y en Grecia hoy les dieron una estocada.

Es por eso que hoy es un día triste. Y, además, no podía ser en otro lugar. La cuna de nuestra civilización, aquella cuyas enseñanzas han perdurado más allá de siglos y milenios… hoy nos dice que ha empezado a apagar las luces y que la fiesta de la democracia entona sus últimas canciones.

No puede sorprendernos. Pues sus vecinos, los antiguos romanos, ya nos lanzaron el primer globo sonda al dotar de poderes máximos un ser no pasado por las urnas. Sí, más o menos como la República romana que, en situaciones de emergencia, contemplaba la opción de convertir al César en dictador supremo. Un par de milenios después, el gobierno de Italia cedió a las presiones del centro de Europa y abdicó. No fue Odoacro quien acabó esta vez con el gobierno romano, si no Angela Merkel. Pero el resultado fue el mismo.

Francia, o mejor dicho, los ideales de la revolución francesa dejaron claros la necesidad de los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. Sus pensadores, ya entonces, utilizaron el cuarto (la prensa) para difundir su ideario ya fuere en hojas, gacetas o mediante la enciclopedia de Diderot. Ya entendieron que sin información no hay libertad.

Va siendo ya hora que, más allá de nuestra profesión, nos planteemos que pasa en nuestro alrededor. Si estamos dispuestos a vivir en un mundo de silencios ante las violaciones e injusticias o si por el contrario vamos a luchar para ser cada día más libres. Hoy, sin duda, las tinieblas le ganan a la luz.


Veremos qué pasa mañana…

lunes, 3 de junio de 2013

Els fantasmes de la Transició

Per contextualitzar aquesta entrada al blog, he de dir que jo vaig néixer quan la democràcia era un fet, sobretot gràcies a tres persones tan diferents com un comunista (Santiago Carrillo), un centrista (Adolfo Suárez) i un militar (Gutiérrez Mellado) que amb la seva valentia van contribuir a salvar la democràcia espanyola quan tots els demòcrates s’amagaven sota les taules i cadires dels seus escons i el Rei jugava a veure-les venir sense pronunciar-se. I no s’entengui com una crítica, si no com una realitat.

Parlo de fantasmes de la transició perquè, sembla ser, que als qui no l’hem viscut se’ns prohibeix tàcitament posar-la en qüestió. Escoltant l’altre dia a la Marina Llansana a la tertúlia de Catalunya Ràdio, vaig tenir aquesta mateixa sensació. Quan ella plantejava els dubtes del que s’havia fet bé i malament, els que aleshores ja eren polítics li parlaven amb un to alliçonador, volen dir “ves que dius si tu no ho vas viure”. I realment, vaig sentir molta molta ràbia, més encara quan ara, alguns dels protagonistes de la transició van reconeixent errors, tot i que ho fan en comptagotes.

Sembla ser que els fantasmes i les tenebres d’aquells dies s’hagin de tapar sempre. Que no es pugui posar llum a una sèrie de situacions que, en gran part, han menat cap al país que hi ha avui en dia. Llavors, ja sigui per por o per prudència, no es van afrontar autèntics problemes. Els encaixos nacionals es van voler diluir i la pantomima de les comunitats autònomes va quedar retratada amb la creació de realitats tan fictícies com la Comunitat de Madrid. No sé si pretenia ser un Washington DC, però l’estructura dista molt de l’americana.  A més a més, sempre s’explica que Catalunya no té concert econòmic perquè “va arribar tard”. De veritat? A mi em costa molt de creure aquesta explicació i sí que m’encaixa molt més que l’aportació al fons comú de Catalunya (uns 6 milions d’habitants aleshores) era força més gran que la d’Euskadi i Navarra. Ara, Roca i Junyent, reconeix que no haver aconseguit el mateix tracte fiscal fou un error. Trenta anys després, però es reconeix.

Probablement els que ho van viure diran que no es podia fer de cap més manera, que s’havia de cedir pel bé comú. Però a dia d’avui, trenta anys després, les concessions fetes aleshores continuen ben vigents. De manera preponderant una. El cap d’estat d’Espanya és el mateix que va deixar Franco. Tal vegada no amb la fórmula que hagués desitjat el dictador, però sí en la persona. La transició democràtica només pot acabar quan es deixi de tenir un cap d’estat per la gràcia de Déu, o per la gràcia del Generalísimo i se’n tingui un per voluntat popular. Ja comença a ser hora que s’afronti l’autèntic debat.


Però sembla que no, que parlar dels problemes que fan d’Espanya un estat inestable, que fan que hi hagi molta gent que ens en vulguem independitzar encara no toca. És impossible avançar sense deixar de mirar al passat. És clar que cal saber d’on venim per tenir clar on volem anar, però ja va sent hora que s’afrontin amb valentia els fantasmes que va deixar la Transició. Tot i que, molt em temo, que al Congrés dels Diputats ja no queda gent de la que mira al perill als ulls i li diu: “no em mouré d’aquí passi el que passi”. 

lunes, 20 de mayo de 2013

La Princesa Guerrera


La guerra había llegado a su punto culminante. El general, el único que quedaba, se hallaba huérfano de auténticos líderes y falto de fuerza para lograr motivar las tropas. Unos batallones mermados y cansados de meses de una lucha sin fin.

Por la noche, preludio de la que debía ser la última batalla, el general se marchó. Se alejó unos metros del campamento de los soldados y se refugió en la oscuridad nocturna, tan solo quebrada por una luna llena gigante y blanca. Ésta, se reflejaba encima del lago que les servía para obtener agua potable en tantos meses de sufrimiento.

Ante tal bella estampa, el general se quedó paralizado. Ya ni recordaba los días que hacía que no podía presenciar algo que no fuera horror y dolor. No obstante, adorador de la noche, el hombre se postró ante la imagen de la reina de la noche, implorándole cualquier ayuda para el día de mañana. De rodillas ante el lago, el general vio el descenso de la luna y presenció un nuevo amanecer.

Ya sin esperanzas de que sus ruegos fueran escuchados, y con los primeros rayos de Sol quebrando la oscuridad, el general empezó a ver que el agua se movía. Y no era el viento, pues ni una sola de las hojas de los árboles tenía movimiento alguno. Del centro del lago, o tal vez de las más hondas profundidades, emergió una figura.

Hasta que no la tuvo cerca, no fue capaz de identificarla. La silueta de una mujer se le aparecía ante sí. Caminando por encima del agua, el ruego del general se acercó sin cesar aunque sin prisa. Delante del hombre, le agarró de las manos y lo hizo levantar. “Cree en ti. Confía en tus hombres” fueron las primeras palabras que le dijo. “Me has hecho bajar del cielo para infundirte confianza. Puedes ganar esta batalla”. Él no daba crédito a lo que veía y se frotó los ojos una y otra vez.

Ante sí, la presencia de una persona que solo había escuchado en los cuentos y en los cantares de gesta
pasadas. Los cabellos rubios de la mujer se convertían prácticamente en hilos de oro a medida que iban descendiendo en su larga cabellera. La mirada, tierna a la vez que dura, infundía la seguridad que parecía haber perdido con solo clavar los ojos en ella. Pese a su lunar origen, la bronceada piel de la joven parecía una ligera armadura natural, adornada con las diminutas piezas de ropa que cubrían parte de su cuerpo. Partes de cuero, combinadas en oro y rematadas por un collar plagado de esferas eran el resto de armamento que llevaba. Sin embargo, el rojo pasión de la pluma que colgaba del collar daba muestra de la fuerza de esa celestial aparición. Las piernas, prácticamente infinitas, le daban una altura que superaba al jefe del ejército, que se sentía muy pequeño a su lado. La definición muscular, cuando la mujer se irguió por completo denotaba una anatomía casi perfecta, tan solo vislumbrada en antiguas figuras de mármol que databan de tiempos inmemoriales.  Su voz dulce contrastaba con la fuerza que transmitían sus palabras. Empezó a caminar al lado del general hasta que los dos llegaron al campamento. Fue en ese instante en el que el comandante se dio cuenta que la princesa guerrera que le acompañaba solo era vista por sus ojos. 

Repitiendo lo que ella le decía, logró levantar el ánimo de las tropas hasta el punto que los soldados empezaron a creer en ellos mismos. Ya en el fragor de la batalla, el general cayó de su caballo. Fue entonces cuando, con todo perdido, el brazo de la princesa fue más guerrero que nunca y, tras parar un golpe, que iba para el hombre, con el cuero que estaba en su muñeca, levantó al comandante para llevarlo hasta su destino.

Consciente de lo logrado y tras desvanecerse la imagen que le había acompañado en los instantes más decisivos de su vida, el general ordenó levantar un templo en el lugar donde se ganó la batalla. Cuando le preguntaron en honor a quien, él solo dijo: “a la princesa guerrera” a la que describió, con todo lujo de detalles, para que tan bella a la vez que fuerte estampa quedara para siempre reflejada en donde le había salvado la vida. 

sábado, 27 de abril de 2013

¿Sabes?


Acababa de probar el sabor de sus labios. Nunca me había planteado a que sabían los sueños. Para mi, esa afirmación era tan banal como plantearme a que saben las nubes, o que las ranas algún día pueden ser, en mi caso, princesas. Sin embargo, aquellos tres segundos en que la tierra dejo de girar, el viento no sopló y los astros se alinearon realmente supo a sueño.

Astérix y Obélix, cuando estaban en la isla de las sacerdotisas del poder les dieron a probar néctar y ambrosía. Algo que les dijeron que era manjar digno de los dioses del Olimpo, aquellos que podían igualar superando los trabajos encargados por Julio César, como antes hiciera Hércules.

Sin duda se equivocaban. Sin la soberbia de querer saber más que los dioses ni de sus sirvientes en la tierra, afirmo que se equivocaban. Porqué la condición humana, que tiene millares de defectos y probablemente muchas menos virtudes, tiene una gran ventaja sobre los dioses. No lo podemos tener todo.

Y, por lo tanto, la sensación de vivir un sueño es algo que ellos nunca serán capaces de sentir, puesto que su poder les hace que no haya sueños, si no retos. En cambio, nosotros soñamos y rara vez vemos cumplidos nuestros deseos más ocultos tan solo liberados por la noche, con Morfeo jugando con nuestro subconsciente.

Dicho esto, en esta vida todo el mundo debería tener derecho a vivir un sueño, por pequeño y corto que fuera… pero al menos uno. Éste duró apenas tres segundos, que fue lo que tardó en desaparecer el aire que había entre sus labios y los míos y que volvió a aparecer. Tres segundo.

Obviamente, nunca más la volví a besar y a penas la vi mientras se perdía por la calle caminando y girándose con una sonrisa pícara en los labios. Pero puedo decir que, son esos momentos, los que te dejan sin aliento los que hacen que la vida merezca la pena. Por qué si no es por estos pequeños instantes no vivimos tan solo pasamos por la vida que no es exactamente lo mismo, ¿sabes?

martes, 26 de marzo de 2013

No me pidas que no sueñe

El Sol se escondía detrás de la silueta de las montañas que se vislumbran a lo lejos. Hasta donde me alcanzaba la vista veía que aún quedaba algo de la nieve que el invierno había traído. Detrás, se iba oscureciendo el día para dar paso a la luz artificial, amarillenta de las lámparas de vapor de sodio. Ese color teñía toda la ciudad de un tono añejo, parecido a las fotos de color sepia, envejecidas en la caja de azúcar, de metal, donde la abuela las conservaba. 

Desde el cielo, unas pequeñas gotas de agua mancharon los cristales de las gafas de pasta, recién estrenadas, que llevaba. Además, la sensación de humedad en el ambiente provocaba un frío que calaba en los huesos. Una sensación de aquellas que, por más chaquetas que uses, siempre te acaba penetrando hasta las entrañas, haciendo inservible cualquiera que sea la prenda de abrigo.

La lluvia le pilló caminando, lejos de todos los sitios a los que se podía dirigir. Sin embargo, sí encontró refugio en un pequeño portal de un edificio nuevo. Probablemente había sido construido durante los años del boom inmobiliario. O tal vez era una reforma, prácticamente total, de una vieja casa. Tampoco importaba demasiado. Miró su reloj con cierto aire nervioso. La lluvia no arreciaba y él tenía una cita a la que no podía faltar. Empezó a correr bajo el manto de agua hasta que se resbaló y cayó dentro de un charco. Maldijo su suerte pues se le ensució la camisa blanca impoluta que llevaba y se le rompieron los vaqueros.

Aún así, prosiguió su marcha imparable. Llegó a la puerta del bar con el pelo mojado, la ropa sucia y la moral por los suelos. Sin embargo, la persona que le recibió le abrazó sin importarle si se mojaría o se mancharía. Para no ser menos que él, se puso a saltar encima de un charco para quedar, como mínimo igual de empapada. 

Después, le cogió de la mano y ambos salieron caminando por la calle, bajo la lluvia y sin más paraguas que la ropa que les cubría. Nada importaba, estaban juntos. Caminaron largas horas por entre las paredes de callejones estrechos y poco iluminados. También lo hicieron por anchas calles teñidas de un naranja empobrecido. Cosas de la tecnología esto que más tarde de las doce, como las brujas, baje la intensidad de la luz. Y llegaron las puertas de su casa. Aquella que compartían juntos. Se besaron como dos enamorados que se acababan de conocer y subieron. Pese a todo, llevaban media vida juntos...

... Sonó el despertador y su casa estaba vacía. Sin embargo, tras una vida de soledad escogida, se sentía feliz. Sus amigos siempre le decían "deja de soñar". Él siempre respondía "No me pidas que no sueñe, pídeme que no me despierte de mi sueño". 

Porqué al fin y al cabo los sueños no pueden tocarse, ni abrazarse, ni tan siquiera sentirse más allá de los momentos de letargo. Sin embargo, él sabía perfectamente, porqué lo había experimentado, que la suerte de llegar a vivir un sueño era una sensación para la cual no se habían inventado palabras para describirla. 

Tenía claro que disfrutaría el resto de sus días con un recuerdo perfecto, dando las gracias por haber vivido algo con el que otros siempre soñarían. Eso no le daba derecho a quejarse. Había escogido: un sueño corto pero intenso ante una vida pintada de grises. Daba las gracias, porqué pese a todo, sabía que era un privilegiado y que nunca, NUNCA, dejaría de soñar.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Dolce far niente



Cuenta la leyenda que, si un día te pierdes en el desierto, la vida te ayudará a salir. Siempre y cuando tu causa por haber entrado en un sitio que daría pánico al mismo Lucifer sea para un fin mayor. La enigmática belleza de aquella arena blanquecina, amontonada en gigantescas dunas, esconde enigmas en cada uno de sus pequeños granos. Millares de millones en cada metro reflejan a cual espejo más brillante la luz del Astro Rey que no perdona con ninguna sombra y con una doble exposición a los valientes que se aventuran a cruzarlo.

Él sabía lo que se jugaba en el momento que decidió emprender su rumbo. Los peligros le fueron sobradamente relatados y no dudo ni un solo instante. Su fin, que podía parecer egoísta, en realidad era una oda a la humanidad. Entró en el desierto como una prueba de vida, pues había perdido el rumbo como un galeón huérfano de brújula en mitad de una tormenta en el océano Atlántico. De fracasar en el intento de reencontrarse solo perdería su vida que, para el resto del mundo, ya no valía nada. De triunfar en su empresa, volvería a ser aquella persona que un día fue.

Los días iban pasando y él seguía inquebrantable en su voluntad de cruzar el inmenso desierto. Sin embargo, sus fuerzas empezaron a flaquear cuando las necesidades básicas de todo ser humano (comer y beber) empezaron a menguar. Su fuerza le impedía las mismas jornadas maratonianas que había hecho anteriormente y cada vez con más frecuencia caía rendido y colgado de arena. Los labios se le secaron y prácticamente se le quedaban pegados de la sequía que sufría su gaznate. Sus ojos se hundían en un rostro cada vez más marcado a los huesos de la cara y su piel no estaba morena, sino quemada.

Cayó al suelo cuando el termómetro superaba los cincuenta grados y la boca se le llenó de arena. Aún así, siguió arrastrándose hasta que sus fuerzas dijeron basta. Apenas había avanzado una veintena de metros por la arena, como una culebra, cuando su sentido se marchó de su cuerpo, sin saber si sería capaz de volver.

Pero el desierto respeta a sus víctimas. Y cuando la causa es noble, como volver a ser uno mismo para hacer el bien, el efecto aparece. Delirando y casi sin vida unas manos le giraron, le cubrieron el sol y le mojaron el rostro con agua fresca. Aún sin poder observar quien le estaba insuflando aquellas pequeñas dosis de vida, él volvió a caer rendido, pero esta vez en un sueño.

Cuando se despertó tuvo la sensación que el mundo se había parado. O dudo en saber si estaba muerto. Se encontraba en un Oasis lleno de palmeras con dátiles, agua fresca y en definitiva, recursos suficientes como 
para quedarse allí a vivir.

 De entre las aguas y con un inmaculado vestido blanco emergió quien le había llevado allí. Una viajera que bien podía tener tintes de princesa. A diferencia de él, su piel no estaba quemada si no que mezclaba con auténtica maestría el dorado con el canela, salpicado por toques del bronce mejor pulido cruzado con el ébano más puro. Su silueta no es que fuera perfecta, pero no recordaba haber visto un dibujo mejor en todos sus años de historia del arte. La sonrisa que se le dibujaba con extrema facilidad dejaba entrever, como decía Azorín, unos azahares que hubieran hecho empalidecer al mejor joyera de cualquier corte. 

Finalmente, las líneas de su rostro dibujaban un prisma de fortaleza a aquella persona sin restarle un ápice de belleza. Sus ojos, perfectamente alineados, dibujaban la forma de las mejores almendras del paraíso. En el interior, engastados a la perfección, había un rara avis. Dos diamantes negros, de incalculable valor y de imposible hallazgo, eran el broche enigmático a una belleza desconocida hasta la fecha. Su cabello, negro azabache, le bajaba hasta más allá de los hombros.

Tras una larga y reconfortante conversación, ella simplemente le ofreció quedarse. Él dudó mucho a la hora de aceptar la oferta. Tras un momento tremendamente dubitativo, eligió marcharse. Ella, prácticamente levitando, le dio las gracias pues esa era la opción correcta. Le dijo que, de haber elegido la comodidad, el desierto se lo hubiera llevado pues tan solo ayudaba a quienes servían un fin que iba más allá de ellos mismos. Le dijo, “recuerda siempre que la vida es mucho más que respirar. Parar, observar y disfrutar, en definitiva vivir. Dolce Far Niente”. Él se arrodilló para darle las gracias y acto seguido emprendió el camino que ella le había indicado y pocas horas después salió del desierto. Jamás olvidó la lección de vida aprendida en el desierto y aprendió que cuando vives por vivir el corazón se cansa de latir .

jueves, 7 de marzo de 2013

Iguales


Cuenta la leyenda que cuando se creó el mundo, y Dios decidió dotarlo de seres humanos creó primero al hombre. Lo hizo a su imagen y semejanza. Pero, no conforme con el resultado, del costado cerca del corazón, le quitó una costilla. Con esa base creo y mejoró lo anterior. Lo hizo mandando un mensaje muy claro: Desde el costado, para mirar de frente, porqué ambos debían de ser iguales pese a todas sus múltiples diferencias. Y de corazón porqué debían amarse y respetarse.

La salida del paraíso, el paso de los siglos y el amanecer de los tiempos nos llevó en un momento crucial. En la cima de los mundos llegó el momento de un relevo, un cambio capaz de adaptarse al nuevo mundo. Había tan solo dos candidatos a ocupar el lugar del ser supremo, un hombre y una mujer.Ambos opositaban a las mil y una pruebas que el destino les tenía preparadas.

Hasta que llegó el momento final, con la máxima igualdad. En ese momento, el mismo Dios que les había dotado de talento, intelecto y raciocinio les exigió que hiciera uso de él al plantearles un enigma. El problema era extremadamente complicado y requirió que cada uno de ellos hiciera uso de toda la experiencia de vida: desde matemáticas hasta la alquimia, desde la geografía a la más pura de las literaturas.

Pasaron semanas y ninguno de los dos fue capaz de hallar una respuesta al enigma de Dios. En ese mismo momento, el Ser Supremo, siendo incapaz de dar un veredicto les dijo a ambos que debían ser ellos quienes les dieran la respuesta al mejor para ocupar ese lugar. En ese momento, los fieles de ambos contendientes entraron en escena exigiendo que fuera su candidato el escogido.

Mientras tanto, atónitos y ajenos a todo, ella y él observaban atentamente los comportamientos. Ella tomó la palabra y dijo que, con tal de evitar la guerra, cedía su puesto. Este gesto de extrema generosidad dejó perplejo al mismísimo Dios. Fue en ese momento en que tuvo claro que Ella debía relevarlo  Además, de ambos fue la que más se acerco a la resolución del problema. Los partidarios del hombre levantaron en armas y quisieron que se cambiara la decisión.

Sin embargo, espada en mano, su líder se postró delante de la elegida, dobló la rodilla y reconoció su derrota. Dio un paso al frente y se plantó ante sus fieles anunciando que estaba al servicio de la escogida. Uno de sus partidarios no dudó y lanzó al aire “Pero si es una mujer” a lo que él contestó: “Es la mejor”.

La igualdad de oportunidades pasa por saber ver y reconocer a los mejores, más allá de lo que se ve. Al fin y al cabo, lo mejor de cada uno está en lo que no se muestra. En los pequeños tesoros que desconocemos y hacemos aflorar de manera inesperada como los protagonistas de esta historia. 

jueves, 14 de febrero de 2013

Este es mi San Valentín



La verdad que cuando hoy preguntas a muchos enamorados (o no) lo que celebran la respuesta es siempre la misma “el día de los enamorados”. Pero, lo más curiosos es constatar como muchos de ellos no saben la naturaleza de su patrón.

Cuenta la leyenda que durante el gobierno de Claudio II, en el Imperio Romano se prohibieron los matrimonios. Saltándose las imperativas del Emperador, Valentín (una leyenda habla del obispo Valentín de Terni y otra, la que la iglesia tras el Concilio Vaticano II acabó dando por buena cita el mártir Valentín, doctor y sacerdote) empezó a celebrar ceremonias a escondidas, pues consideraba que era de justicia que los enamorados pudieran mostrar la prueba más sagrada de su amor.

Así pues, el mundo se ha quedado con la parte festiva, la parte que hace referencia a quienes recibían el sagrado matrimonio. Sin embargo, yo quiero quedarme con el hombre. Sea cual fuere el protagonista de la leyenda, era una persona que se jugaba su vida para permitir cumplir los deseos legítimos de sus conciudadanos. Era una persona íntegra y valiente, al servicio de los demás y con una clara vocación de ayuda al prójimo, más allá de su propia integridad.

Es por eso que hoy, más que ningún otro día, cuando todo el mundo reivindica el amor a mi me apetece recordar el hombre. Así que feliz día de los enamorados sí, pero feliz día a todas las persona íntegras, que luchan contra las injusticias sin importarles las consecuencias personales.

Ese es mi San Valentín, el íntegro, el valiente y el que cada día deberíamos ver. 

viernes, 8 de febrero de 2013

Primer jo i després continuo jo


Passa un dia, en passa un altre i mica en mica vas veient com el món gira. En aquest bellugar t’adones que massa coses s’escapen de la lògica de les persones. Del sentit comú, aquell que ja molt encertadament se l’anomena el menys comú de tots els sentits. L’individualisme i el jo més s’han convertit en una xacra que ha traspassat les seves habituals àrees d'influència i han entrat de fort a la vida comú.

Ho han fet de la pitjor manera possible, en aquelles persones que havien de servir els interessos comuns. Sí, aquells que la Grècia clàssica demanava que fossin les persones més preparades i més capacitades per extreure el seu ego i deixar lloc al tot. Al tot de les necessitats dels seus veïns, al tot de la justícia per sobre de qualsevol relació personal i, en definitiva, al tot capaç de fer prevaldre el bé comú per sobre de l’individual.

Sens dubte, aquesta xacra ens assola dia a dia i en totes les institucions s’acaba quedant reflectida. Sota cada vot dubtós sempre s’hi acaba amagant una situació il·legal, irregular o de benefici propi. Perquè, com s’ha dit més amunt, el menys comú de tots els sentits acaba lluint per la seva absència.

Com gairebé sempre, la democràcia acaba sent aquella excusa amb que massa persones acaben vestint els seus interessos personals amb roba de falsa dignitat. Doncs en favor de les majories, per més que siguin interessades, no queda cap altra arma que la veritat. Una eina que per desgràcia és massa lenta, perquè com també és diu popularment, quan una mentida ha donat quatre voltes al món la veritat encara s’ha de posar els pantalons.

Algú podria pensar que estic contra la democràcia. Res més lluny de la realitat: crec profundament amb la democràcia, “la pitjor forma de govern amb excepció de tots els altres” que deia Winston Churchill. El que no crec son en les persones, perquè cada dia que passa m’adono més que l’ésser humà acaba sent pervers i egoista (El Príncep, de Nicolau de Maquiavel) i és un llop per si mateix (Hobbes).

Per tant, el problema no acaba sent de sistema si no dels membres del mateix. El sistema és millorable, però ni la democràcia més perfecta pot avançar en aquesta cova d’Alí Baba en que sembla que s’ha convertit la presa de decisions. Des de la Institució més gran, a la més petita. 

martes, 29 de enero de 2013

La variable independiente


Aún recuerdo aquella mañana que salí de casa, en que iba a comerme el mundo. El aroma de hierba mojada se mezclaba con las gotas de perfume que se habían precipitado en el cuello de mi camisa, tras una fina lluvia de aquella fragancia que rara vez no me acompañaba. Eran tiempos para recordar, de aquellos en que sabes y te sientes el mejor, en que nada te doblará la rodilla pues era el dueño de mis propias decisiones.

                No sabría bien que sonaba en mi cabeza… Si la marcha nupcial, el himno de la alegría o cualquier canción pensada para que los hijos de un dios menor nos sintiéramos realizados. Sin embargo, era algo alegre, eso seguro.  Las ilusiones estaban puestas en un factor, que creía controlar, y sin embargo, de todo el proceso era el único que no dependía de mi. Era mi variable independiente.

                Pero el honor tiene esas cosas, especialmente cuando se mezcla con orgullo. Uno se cree que él es la variable independiente y que el resto acaban colgando, cuando en realidad es una de las más dependientes de las variables que acaban formando porte de la ecuación. “Más fuerte será la caída” decía siempre el abuelo, cuando veía a alguien que no tenía en cuenta esos factores. Y yo, como cual novato recién salido de casa, se me olvidó ese detalle.

                Así pues me encontré en medio de una encrucijada, sin tener ningún margen de maniobra y sin poder reparar los daños causados por la inconsciente decisión de tomar por seguras las cosas que no dependían de mí. No sabría calcular las pérdidas de tal error, porqué ni tan siquiera yo mismo había calibrado que la opción acabase siendo nula. Solo sé, que desde aquella mañana, en el que la brisa me traía un aroma a hierba mojada entendí la insistencia en tener las cosas atadas y bien atadas.

Solo quedaba dar la cara por un error que no era de nadie más que mío. Por confiar en la buena voluntad de las personas y en su buen hacer, puesto que uno siempre presuponía que el bien colectivo debería primar sobre el individual, sin embargo ya lo decía Maquiavelo: “El hombre es perverso y egoísta. Solo se preocupa de su seguridad y de ganar poder” (El Príncipe).

                En otra vida habrá que prestarle más caso a las clases de matemáticas… Aquellas en que la profesora siempre te explica la importancia de la variable independiente