domingo, 8 de diciembre de 2013

El vacío de tu ausencia, la magia de tu presencia

El día llegaba a su ocaso, quizás un poco antes de lo habitual, pues ciertas nubes oscurecían la puesta de Sol y hacían que la oscuridad llegara antes de su hora. Tras varios días de calor veraniego más que primaveral, un manto de lluvia había aparecido, para devolver a la realidad climática aquellos chispazos que querían confundirnos. Para mi, aquella lluvia escondía algo más.

Los fogonazos de calor de la última semana había ido acompañado de una presencia inesperada, o tal vez largamente esperada, quien sabe. Supongo que es aquello que los entendidos llaman la alineación de los astros cuando todo lo suceptible de salir bien, sale bien. O al menos uno cree que sale bien.

Aquella primavera de 1910 estaba siendo diferente, especial y mágica. Las tardes en bicicleta, las puestas de Sol, el florecer de las plantas y aquellos primeros días de calor... Como decía, todo era perfecto. Aún recuerdo lo duro que era el sillín, lo grandes que eran las ruedas y la fragancia de aquellas flores recién cortadas. 

Pero, sería justo decir y recordar, que las flores eran bellas, sí, pero su belleza caía en el olvido cuando se postraban en aquella mano. Pocas veces un espectáculo así se puede presenciar y yo, aquella primavera, aquella última semana primaveral de 1910 la pude vivir. Pensando que la bucólica imagen y que el embriagador aroma de aquella postal de película sería para siempre.

Pero siempre es una palabra de difícil pronunciación y aún más de prácticamente imposible cumplimiento. Coincidiendo con aquella lluvia primaveral, habitual en esas fechas aunque ese año aún no había aparecido, llegó el momento de partir. Supongo que por doloroso su diálogo fue obviado, pero acabó llegando. 

Fue en subir al tren, sentarme y empezar a pensar en lo que dejaba en aquella estación que sentí el vacío. Sentí el vacío de tu ausencia pues no sabía cuando volvería a tenerte entre mis brazos. Mientras mi corazón bombeaba sangre que te echaba de menos, mi cabeza me llevó a otra parte. Me volvieron los recuerdos, te veía sentada frente a mi en cerrar los ojos. Sentía dentro de mi la magia de tu presencia. 

Esa dualidad provocó en mi risas y llanto. Lloraba por el vacío que me dejaba tu ausencia pero dibujaba una pequeña sonrisa recordando la magia de tu presencia. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario