martes, 23 de julio de 2013

No te lo puedo contar

Sun Tzu, uno de los grandes estrategas de la historia, decía algo como "los grandes primero ganan las batallas y luego van a la guerra". Disculpadme si la cita no es exactamente literal. Lo decía en "El Arte de la Guerra" aquel libro pensado para gestionar conflictos y que cualquier persona debería leer. Eso, aplicado al día a día, viene a ser algo como "no hagas nada que luego se te pueda girar en contra". La interpretación es completamente libre y subjetiva, por supuesto, pero es la que yo hago.

Llegados a este punto, y en el contexto actual, nos encontramos que en nuestro día a día hay batallas y guerras diarias. Generalmente se producen choques, roces, conflictos de intereses... y por norma suelen ser por el dominio de la información. Ya lo decía Michael Douglas en "Wall Street" lo que te permite dominar las situaciones es la gestión y el control de la información. Más que el actor, la frase era de su alter ego, míster información privilegiada, Gordon Gecko. Y tenía razón.

Es por eso que en tantas ocasiones hemos empleado aquella mítica frase de "no te lo puedo contar". Creíamos poseer una información importante, o simplemente, nos habíamos comprometido a que no se divulgara. Y por eso no podía ser contada. Nuestra verborrea podía poner en situaciones complicadas a personas a las que apreciábamos, hacer caer negocios y, en definitiva y como decía Sun Tzu, que nuestros aliados no ganaran la guerra antes de librarla por tener alguien que les torpedeaba por detrás.

El amor no se escapa a esa lógica. Revelar lo que queremos, lo que sentimos, en ocasiones creemos que nos puede poner en desventaja con la otra parte. A la que, en el momento del tonteo, podemos ver tanto como un aliado o como un rival. Debe saber, pero no demasiado, no vaya a ser que el amor se convierta en odio y nos acabe pasando factura. Y a su vez nos conviene tener información para saber como gustarle más, para darle una sorpresa, para tener claro cuando darle un beso...

Así pues, y con lo dicho hasta aquí, entenderéis perfectamente que no os pueda contar los motivos que me han llevado a esta, tal vez estúpida, nocturna reflexión de media noche.

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