La verdad que cuando hoy preguntas a muchos enamorados (o no) lo que
celebran la respuesta es siempre la misma “el día de los enamorados”. Pero, lo
más curiosos es constatar como muchos de ellos no saben la naturaleza de su
patrón.
Cuenta la leyenda que durante el gobierno de Claudio II, en el Imperio
Romano se prohibieron los matrimonios. Saltándose las imperativas del
Emperador, Valentín (una leyenda habla del obispo Valentín de Terni y otra, la
que la iglesia tras el Concilio Vaticano II acabó dando por buena cita el mártir
Valentín, doctor y sacerdote) empezó a celebrar ceremonias a escondidas, pues
consideraba que era de justicia que los enamorados pudieran mostrar la prueba más
sagrada de su amor.
Así pues, el mundo se ha quedado con la parte festiva, la parte que hace
referencia a quienes recibían el sagrado matrimonio. Sin embargo, yo quiero
quedarme con el hombre. Sea cual fuere el protagonista de la leyenda, era una
persona que se jugaba su vida para permitir cumplir los deseos legítimos de sus
conciudadanos. Era una persona íntegra y valiente, al servicio de los demás y
con una clara vocación de ayuda al prójimo, más allá de su propia integridad.
Es por eso que hoy, más que ningún otro día, cuando todo el mundo
reivindica el amor a mi me apetece recordar el hombre. Así que feliz día de los
enamorados sí, pero feliz día a todas las persona íntegras, que luchan contra
las injusticias sin importarles las consecuencias personales.
Ese es mi San Valentín, el íntegro, el valiente y el que cada día deberíamos
ver.
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