lunes, 21 de marzo de 2011

Perdóname si te llamo amor...

Hubo una época, que se suele recordar con más o menos grandeza, en que el gran mercado europeo era de princesas. Si si, de princesas. Los estados se hacían grandes y lograban tratados de paz en tanto que podían colocar a sus princesas en la corte del eterno rival. Y aun así, todo el mundo decía que era fácil ser princesa; y nos suelen presentar historias de esa época como paradigmas del amor y de como el amor lo acababa pudiendo todo. Supongo que de esa época viene la célebre frase de... “hay que sacrificar a la reina por el bien del reino”. Mientras el trono no peligrase, los hombres reyes, más que reyes de los hombres, enviaban a sus princesas donde hiciera falta, con billete de ida.

Han pasado los siglos y los reyes se han convertido muchas veces en meros miembros decorativos de sociedades modernas que no quieren olvidarse de parte de su pasado, de parte de sus tradiciones, de parte de aquellas familias que un día fueron sus rectores. Pero, ¡ya se casan por amor! La divina providencia ya no es sólo de sangre azul. Es por eso, que las princesas, muchas veces, ya no llevan corona, ni viven en un palacio ni tienen todos los lujos de antaño.

De estas nuevas princesas quiero hablar. Ya sabéis, de la que te cruzas en la calle y te giras, de la que cada mañana ves en la mesa de enfrente del bar, de la que comparte cada día el transporte público contigo... de las que consiguen que te olvides de todo lo demás cuando te miran a los ojos. Creo que todos, como mínimo, hemos tenido una de éstas en nuestra vida y como suele suceder, acabas teniendo una princesa por cada momento de la vida que atraviesas. Es un extraño paradigma, crecemos, nos hacemos grandes, supuestamente maduramos y variamos el entorno que nos rodea.

¿Pero os habéis preguntado porqué siempre acabamos utilizando las mismas palabras? Cielo, cariño, princesa, reina... Un abanico de tópicos extremadamente grande para acabar refiriendote a aquella persona tan importante para ti, para ese momento de tu vida. ¿No se merecería algo más de originalidad? Las princesas de la Edad Media, lo eran de cargo y por eso se las llamaba así, pero para la princesa de tu vida, sería interesante encontrar un término que no hayas utilizado antes para tantas otras chicas como te hayas llevado a la cama.

Y me sigo preguntando, si tan especial es para ti, si tan importante es para tu vida, si tan vital es como el aire que respirás... ¿porqué la llamas como a todas las demás? Solo me falta añadir, perdóname si te llamo amor... O si te prometo el cielo, porqué ese lugar está muy y muy lejos...

Porqué como iba diciendo al inicio, las princesas antes lo eran de cuna y solían ser aquellas chicas de cabellos relucientes, cual color como el oro, cuya caída acababa pareciendo auténticas cascadas de ese preciado metal. De mirada fría, pero pocas veces distante. Siendo valiosa, muchas veces más por lo que no contaba que por lo que realmente decía. Redondeando la estructura establecida hasta aquí con rostro angelical esculpido por algún dios mejor, que dominaba el noble arte de la escultura. Como de cuento de hadas, como si nunca llegaran a existir en nuestra realidad...

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