Cada día que pasa me cuesta más creer en
el proyecto de la Unión
Europea. Y no porqué sea euroescéptico, pues uno de mis
sueños sería formar parte de una auténtica unión de estados europea, si no
porqué, como siempre, las relaciones no son de igual a igual. Ni todos los
miembros de la mal dicha unión tienen los mismos derechos, ni las mismas
obligaciones ni, por supuesto el mismo poder.
La liturgia de
Europa, mirando al Tribunal Constitucional alemán, como si de un tribunal de
todos los europeos se tratase ha sido la última gota. Los magistrados alemanes
dieron el sí, pero podían haber dicho que no. Entonces que, ¿desmontamos el
chiringuito? Es inconcebible que una unión entre iguales dependa de uno solo.
El cortijo de la Merkel
lo califican muchos, y puede ser que tengan razón.
Cada año vemos
elecciones nacionales en diferentes estados de la unión, y cada vez más se
polarizan entre europeístas y euroescépticos. ¿Pero a que jugamos? ¿A revisar
los estados miembros con cada cambio de presidente? Esta no es una unión seria.
Y como tal, los mercados ni nadie se toma en serio a los que enarbolamos la
bandera azul con estrellas.
Unión fiscal,
financiera y política, cuando hay estados miembros que no han adoptado la
moneda única. ¿Se imaginan ustedes que en California pagasen con una moneda y
en Florida con otra? Eso pasa aquí. Luego todo son lamentaciones. Pero es que
somos incapaces de ceder todos por un bien común.
Por mucho que
hagan edificios, muevan los papeles... Bruselas no es la capital de la Unión. A lo sumo, la
podemos considerar la capital que mueve los papeles de la Unión , pero las decisiones
importantes se toman bastante más al este, en Berlín.
Como ya hiciera
Bismarck en el siglo XIX, parece que los políticos alemanes quieren reproducir
el esquema prusiano de unión germánica. En aquellas fechas, se empezó creando el
Zollverein o unión de aduanas, en la que Prusia era el principal garante y como
no, beneficiado. Cada día que pasa me lleva a pensar que la Unión Europea es
algo parecido. Un mercado interno para Alemania, sin fronteras ni aduanas, para
garantizar su supremacía y acabar convirtiéndose, sin medias tintas, en lo que
han anhelado desde años ancestrales. El control efectivo y total de Europa.
Ojalá me equivoque y esta sea solo la visión de alguién que, cada vez más, está desencantado de una Europa menos europea y más germánica.
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