miércoles, 11 de enero de 2012

Busca tu tesoro

Entró en aquel laberinto con la esperanza de hallar a su particular minotauro; aquel que le guiara hasta el cofre lleno de piedras preciosa. O tal vez emprendió aquella carrera frenética buscando la olla llena de monedas de oro que los leprechauns esconden en el final del arco iris. Más aún, rebuscó en sus bolsillos para sacar un trozo de papel que tuviera una X bien grande marcada, para emprender el camino en busca del tesoro, del premio que algún pirata había escondido para morir antes de recoger. Tal vez fuera aquel camino de baldosas amarillas lo que le hacía pensar que lograría hacerse con alguno de esos regalos, que la mitología había colocado en el imaginario popular para que él los acabara encontrando.

El crecer de su persona le llevó a ir descubriendo nuevos entramados, aquellos que hacen o provocan la complicación de la vida de los seres humanos; celos, envidia, odio… La cara B de la luna, la que el Sol nunca calienta y se acaba volviendo desconocida. Poco a poco se iba dando cuenta que su camino emparquetado en oro no era más que cemento y que los arco iris no dejaban de ser efectos ópticos; los laberintos naturales se podían marchitar y que la infinitez del universo no era un mito, sino una realidad.

Fue en ese momento, justo en el que la conoció, cuando vislumbro que los tesoros con los que había soñado solo tenían una forma mitológica, y esa era en cuerpo de mujer. Que la belleza residía en ese diminuto cuerpo, perfectamente diseñado para ser su igual, a la vez que su complemento; para mirarle a los ojos, viendo su igualdad reflejada en esas dos ventanas que le mostraban el mundo desde su otro prisma.

En ese instante vio pasar como una luz todos los tesoros de su infancia, entrando en el cuerpo de aquella mujer, que le desarmó con una sonrisa, le hipnotizo con una mirada pero que le enamoró en el momento que le hizo pensar; aquella chica le dio la lección más importante de la vida… Aquella que dice que el órgano que más te hace enloquecer del cuerpo humano no está a la vista, se esconde bajo innumerables corazas, tanto físicas como invisibles. Le enseñó que el cerebro nos hace iguales ante el mundo… En definitiva, le enseñó que tenemos un tesoro dentro y que de cada cual depende que se convierta en ese maravilloso objeto de deseo, en ese tesoro escondido entre mil mares…

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